En el torbellino de reels y posts de Instagram, una melodía seductora irrumpió hace meses con un título que no pasa desapercibido: Ábreme el culo.
Acompañada de una estética retro y una narrativa que la presentaba como una grabación perdida de los años 60, esta canción –y su versión italiana, Aprimil il culo– se convirtió en un fenómeno viral. Con un sonido que evoca a divas como Mina o Milva, reverberancia analógica y una letra subidamente subersiva, todo parecía gritar autenticidad. Los comentarios en redes reforzaban la ilusión: “Fue censurada por el régimen franquista”, “Mi tío la escuchó en una disquería en Buenos Aires”. Pero detrás de esta aparente reliquia musical se esconde una verdad más fascinante: nunca existió.
El engaño perfecto
La canción, supuestamente grabada por una tal Vera Luna en 1967, llegó con una historia digna de un guion de intriga. Según el relato, Luna, una cantante italiana, lanzó Aprimil il culo para escandalizar a la conservadora sociedad de su tiempo. Su amiga vasca, Luz Vergada, adaptó el tema al español como Ábreme el culo para el mercado latinoamericano, solo para toparse con la censura del franquismo en España. Obligada a exiliarse, Vergada habría recalado en Argentina, donde se reinventó como Ramona Melano, autora de literatura erótica. Cada detalle –desde portadas de vinilos amarillentas hasta anécdotas de disquerías porteñas– estaba diseñado para convencer. Sin embargo, la magia se desvanece al rascar la superficie. Vera Luna, Luz Vergada y Ramona Melano son personajes ficticios creados por Cantoscena, un colectivo digital que ha dado un paso más allá en el arte de la ficción. Los nombres ya son un guiño: “Vergada” evoca “verga” y “Melano” juega con “el ano”. La portada del supuesto sencillo, con sus tonos perfectamente envejecidos, tiene el sello inconfundible de la inteligencia artificial. Y la fecha clave lo confirma: Aprimil il culo apareció en YouTube y Apple Music en julio de 2025, no en 1967.
Cantoscena: Los arquitectos del mito
Cantoscena no se limitó a crear una canción. Construyó un universo. Su catálogo incluye títulos como Pisciami addosso, Il sapore del tuo seme o La cappella del mio cuore, todos cargados de provocación y humor. Cada tema viene con biografías falsas, portadas de discos y relatos de censura que parecen sacados de un documental. El nombre del colectivo, un juego entre “canto” y “osceno” (obsceno en italiano), revela su misión: mezclar arte, irreverencia y tecnología para desafiar las nociones de autenticidad.Lo que hace único a este engaño es su verosimilitud histórica. Los años 60 fueron una era de ruptura cultural, con artistas italianos enfrentando censura y exilios hacia Argentina, donde la contracultura abrazaba a los marginados. La narrativa de Cantoscena encaja como un guante en este contexto, haciendo que la mentira sea casi indistinguible de la verdad. Usuarios en Instagram y X juraban haber oído la canción en disquerías o incluso poseer los vinilos. Pero todo era parte del plan: un experimento social que explota nuestra nostalgia y nuestra disposición a creer en mitos perdidos.
El Poder de los recuerdos fabricados ¿Por qué caímos en la trampa?
La respuesta está en cómo Cantoscena manipuló los materiales de la memoria cultural. La canción imita el estilo vocal de íconos como Mina, con una producción que suena a grabación analógica de los 60. La historia de censura y exilio resuena con eventos reales de la época, como las restricciones del franquismo o los exilios a Argentina. Y las imágenes generadas por IA –portadas, fotos de artistas– son tan convincentes que pasan por reliquias auténticas. Sin embargo ésta no es la primera vez que se hace algo así, Marvin Pontiac fue un cantante que afirmó haber sido secuestrado por extraterrestres e ingresado en la Instituto Mental Esmeralda. Su comportamiento permaneció errático hasta su muerte en junio de 1977, cuando fue atropellado por un autobús; Pontiac tenía apenas 45 años. Su música se volvió de culto y su historia se incrementó exponencialmente a lo largo de los años. Toda esta historia fue creada por el artista John Lurie, líder de The Lounge Lizards quien logró convencer al público de su existencia.
Pero aquí no hay un fallo espontáneo de la memoria: Cantoscena diseñó cada detalle para fabricar un recuerdo colectivo. No es solo una canción falsa; es un mito digital que se propaga más rápido que cualquier desmentido. En X, usuarios debatían con pasión sobre la “censura” de Vera Luna, mientras otros compartían “anécdotas” de haber encontrado el vinilo en mercados de pulgas. La ficción se volvió viral porque apeló a nuestra fascinación por lo prohibido y lo olvidado.
Un Nuevo Terreno: Algoritmos que escriben la historia
El caso de Ábreme el culo plantea preguntas inquietantes sobre la era digital. En un mundo donde la inteligencia artificial puede generar canciones, imágenes y relatos con una precisión escalofriante, ¿cómo distinguimos lo real de lo fabricado? Cantoscena no solo creó una broma; demostró que los algoritmos pueden moldear nuestra percepción de la historia. La frontera entre archivo y artificio ya no está en manos de historiadores, sino de creadores anónimos con acceso a herramientas de IA. Este no es un caso aislado. En 2024, un video falso de un discurso de John F. Kennedy generado por IA circuló en X, convenciendo a miles de su autenticidad. Lo que hace a Cantoscena diferente es su ambición: no solo engañar, sino construir un universo cultural completo, con artistas, discografías y mitos. Y funcionó porque, en el fondo, queremos creer en estas historias. Queremos descubrir esa joya perdida, ese vinilo prohibido que desafió a una época.
Ábreme el culo no es solo una canción falsa; es un espejo de cómo consumimos cultura en la era digital. Cantoscena nos recuerda que la verdad es maleable cuando se mezcla con nostalgia, tecnología y un toque de picardía. Mientras las redes sigan amplificando estos mitos instantáneos, seguiremos cayendo en la tentación de creer en canciones obscenas de 1968 que nunca existieron. Y tal vez, en el fondo, eso sea parte de la diversión.Para más detalles, busca los posts de Cantoscena en Instagram o escucha Aprimil il culo en YouTube. Pero cuidado: podrías terminar convencido de que la cantaste alguna vez en una disquería perdida.