La CDMX será la ciudad más videovigilada de América Latina

Ciudad de México, la metrópoli que nunca duerme, ha decidido que tampoco parpadeará. Con una inversión que supera los 345.6 millones de pesos, la capital mexicana ha duplicando el número de cámaras de Nueva York y triplicando las de Chicago o Río de Janeiro. Sí, señores, la CDMX está poniendo los ojos en cada esquina, con un salto de 15 mil cámaras en 2018 a más de 113 mil en la actual administración.

¿Más cámaras equivalen a más seguridad?

No tan rápido. Tomemos el caso de Iztapalapa, que en 2020 se coronó como la alcaldía con más cámaras en la ciudad… y, oh sorpresa, también como el municipio con más secuestros en el país entre octubre de 2019 y octubre de 2020. ¿Coincidencia? Tal vez. Lo cierto es que no hay evidencia contundente de que este ejército de lentes disuada a los delincuentes. Parece que los malhechores no se intimidan ante un buen zoom.

Y luego están los paranoicos, esos que ven conspiraciones en cada poste. Según ellos, este boom de videovigilancia no es más que un plan maestro para espiarnos: saber dónde tomamos el café, con quién nos reunimos o si nos atrevemos a protestar. “¡Es el fin de la libertad de expresión y el derecho a la protesta!”, claman, mientras ajustan sus gorros de aluminio. Algunos incluso señalan el uso de reconocimiento facial en lugares como la Central de Abastos desde 2019, o el caso de Coahuila, donde el exgobernador Miguel Ángel Riquelme supuestamente usó esta tecnología para identificar manifestantes feministas.

Pero dejemos las teorías conspirativas a los guionistas de Hollywood. La realidad es que estas tecnologías están aquí para aumentar la seguridad, no para convertirnos en protagonistas de una distopía. Las cámaras, combinadas con inteligencia artificial, permiten identificar patrones delictivos, reaccionar más rápido ante emergencias y, sí, atrapar a los malos. Por ejemplo, en la Central de Abastos, el reconocimiento facial ha ayudado a detectar actividades sospechosas en uno de los mercados más caóticos del país. Y en otras ciudades del mundo, como Londres o Singapur, la videovigilancia ha reducido significativamente los índices delictivos.

Claro, los críticos seguirán diciendo que esto es una invasión a la privacidad, que el gobierno nos vigila como si fuéramos personajes de una novela de Orwell. Pero seamos serios: en una ciudad donde los asaltos en el Metro son tan comunes como los tacos al pastor, ¿no es preferible un par de ojos electrónicos que un par de manos vacías? Las cámaras no están ahí para espiar tus citas románticas o tu reunión del Tupperware; están para disuadir a los delincuentes y, cuando no lo logran, para ayudar a que los atrapen. Claro, el uso de esta teconogía en las manos equivocadas...

El caso del hacker del Cártel de Sinaloa que vulneró la seguridad en CDMX

Un informe del Departamento de Justicia de Estados Unidos destapó un escándalo que parece sacado de una película de espionaje: un hacker al servicio del Cártel de Sinaloa, no solo tuvo acceso a datos telefónicos de un funcionario del FBI, sino que utilizó las cámaras de vigilancia de la Ciudad de México para rastrear y asesinar a informantes de la agencia en 2018. Así lo reveló una auditoría del Inspector General del Departamento de Justicia, según reporta Reuters.

El hacker, se infiltró en los datos de un agregado legal adjunto del FBI en la embajada de Estados Unidos en la capital mexicana. ¿Cómo lo hizo? Obteniendo el número telefónico del funcionario para acceder a sus llamadas realizadas y recibidas, así como a los datos de geolocalización. Pero eso no fue todo: las cámaras de videovigilancia instaladas en las calles de la CDMX se convirtieron en sus ojos, permitiéndole seguir los movimientos del agente y, más grave aún, identificar a las personas con las que se reunía. El resultado: la intimidación y el asesinato de posibles informantes o testigos que amenazaban los intereses del cártel.

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Este caso pone en el centro del debate los riesgos del uso masivo de cámaras de vigilancia al dejar de ser una herramienta para la seguridad, estas tecnologías pueden convertirse en un arma de doble filo. La falta de controles estrictos permite que actores criminales, muchas veces en colusión con autoridades corruptas, exploten estas vulnerabilidades para sus propios fines. Sin embargo han sido más los casos donde gracias a esta tecnología se logra dar con los criminales.

El plan de la CDMX incluye seguir expandiendo esta red, con inteligencia artificial que promete ser más lista que el promedio de los criminales. Y mientras los paranoicos siguen temiendo que el gobierno sepa qué marca de café compran, la mayoría de los ciudadanos solo quiere caminar por la calle sin mirar por encima del hombro: las cámaras no son el enemigo, y la seguridad no es un lujo. En una ciudad como esta, más vale estar vigilado que estar desprotegido.


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