Mon Laferte irrumpe con Femme Fatale, su noveno álbum de estudio lanzado como un puñetazo envuelto en terciopelo. Este no es un disco para "chavos", como la propia artista advierte con esa honestidad desarmadora que la caracteriza; es una confesión íntima, un manifiesto sonoro donde la vulnerabilidad se erige en arma letal. A sus 42 años, Laferte se reinventa una vez más, cerrando ciclos –el número nueve lo atestigua– y abriendo heridas para sanarlas, en un viaje que oscila entre el jazz nocturno y el pop alternativo, teñido de nostalgia cinematográfica y crudeza existencial.
Desde el primer acorde, Femme Fatale te envuelve en una atmósfera densa y poética, como si entraras a un cabaret clandestino donde las sombras bailan con la luz mortecina. La producción, elegante y brutal a partes iguales, fusiona armonías densas con atmósferas introspectivas, evocando un mundo híbrido donde el jazz improvisado –inspirado en sesiones familiares con su hijo– se entreteje con la frescura visceral del pop. No es un disco de jazz puro, aclara Laferte, sino una estética "preciosa" que te arrastra a un mood distinto: oscuro, real, sin filtros. Aquí, cada instrumento dialoga con su voz, esa herramienta capaz de pasar de un lamento susurrado a un grito liberador en cuestión de notas.
Las 14 pistas son un mosaico de emociones contradictorias, un retrato multifacético de la mujer en todas sus eras: seductora y peligrosa, frágil y furiosa, libre y caótica. El focus track "Melancolía" abre el telón con una carta de amor al pasado, recordando los albores del rock en español de los 50 y 60, pero inyectada de una vulnerabilidad contemporánea que solo ella puede sostener. Temas como "Mi Hombre" –una reinterpretación audaz del clásico francés de Mistinguett– o "Otra Noche de Llorar" (nominada al Grammy) abren cicatrices emocionales con honestidad brutal, mientras "Veracruz" y "Las Flores que Dejaste en la Mesa" tejen belleza en el dolor. El cierre con "Vida Normal" es un golpe maestro: una oda irónica a la rutina cotidiana –cigarrillos, café, pastillas y cansancio–, que expone la tensión entre la estabilidad anhelada y el caos interior con letras sucias, poéticas y existencialistas.
Las colaboraciones elevan el disco a un diálogo colectivo sobre la feminidad. Nathy Peluso inyecta fuerza visceral en "La Tirana", un himno donde Laferte se proclama "libre y peligrosa", haciendo que los hombres "teman" su independencia. Conociendo Rusia viste de melancolía "Esto Es Amor", Tiago Iorc se une en "Hasta Que Nos Despierte la Soledad", y el trío con Natalia Lafourcade y Silvana Estrada en "My One and Only Love" –su primer tema bilingüe– brilla como una rareza luminosa, un oasis de calidez en la penumbra. Estas alianzas no son adornos; amplían el universo de Laferte, convirtiendo lo personal en político, lo íntimo en universal.Visual y temáticamente, Femme Fatale es una declaración de intenciones: Laferte como diva nocturna, atrapada entre fragilidad y poder, en videoclips que exploran el misterio y la seducción de la mujer fatal. No busca listas de éxitos ni tendencias; aspira a la profundidad, a ser "incómoda y honesta", como confiesa la artista. Y lo logra con creces. Este álbum no reinventa a Mon Laferte –ella ya es un torbellino–, pero sí la desnuda como nunca, confirmando su rol como cronista de lo femenino: luminosa, rota, invencible.