En un mundo donde los rockeros legendarios suelen aferrarse a sus himnos estridentes como un salvavidas, Robert Plant, el eterno Golden God de Led Zeppelin, opta por el camino menos transitado: el de la introspección acústica y la reinvención humilde. Su duodécimo álbum solista, Saving Grace (Nonesuch, 2025), no es un regreso triunfal al Olimpo del hard rock, sino un viaje sereno por las praderas del folk, el blues y el gospel americano, grabado a lo largo de seis años en los idílicos paisajes de los Cotswolds y las fronteras galesas. Producido por Plant junto a su nueva banda homónima —la vocalista Suzi Dian, el baterista Oli Jefferson, el guitarrista Tony Kelsey, el multiinstrumentista Matt Worley (banjo y cuerdas) y el chelista Barney Morse-Brown—, este disco se siente como un ritual colectivo, donde el exlíder de Zeppelin cede el protagonismo a un ensemble que respira tradición europea enraizada en el alma de Estados Unidos.
Lo que hace de Saving Grace un álbum tan cautivador es su esencia colaborativa. Plant, a sus 77 años, no busca eclipsar; comparte el escenario vocal con Dian, cuya voz luminosa y etérea evoca a Sandy Denny en sus días más pastorales. Juntos, navegan por un repertorio de covers eclécticos que abarcan desde el blues primigenio de Memphis Minnie hasta el indie minimalista de Low, pasando por el psicodelia folk de Moby Grape, el gospel de Blind Willie Johnson, y aportes contemporáneos de The Low Anthem, Martha Scanlan y Sarah Siskind. No hay pretensiones de originalidad radical —Plant lo admite: "No hay nada particularmente oscuro en lo que presentamos; es solo una forma diferente de hacerlo"—, pero cada reinterpretación destila una frescura hipnótica, como si el polvo de las carreteras polvorientas de Tennessee se mezclara con el verdor brumoso de las Midlands inglesas.
El disco arranca con "Chevrolet", una joya polvorienta que reescribe el clásico de Donovan "Hey Gyp (Dig the Slowness)" —a su vez adaptación de "Can I Do It for You?" de Memphis Minnie y Kansas Joe McCoy, los autores del riff de "When the Levee Breaks" de Zeppelin—. Sobre un banjo twangy y un ritmo motorik de batería, Plant croa con una ternura rasposa: "Dig the slowness, feel the heat", evocando un road trip eterno bajo un sol implacable. Es un guiño sutil a su legado zeppeliniano, pero sin nostalgia forzada; aquí, el blues se transforma en un mantra meditativo. Le sigue "Gospel Plough", otro sencillo de adelanto, que abre con el susurro de pájaros y vientos etéreos antes de erguirse en un himno gospel contemporáneo, con armonías que ascienden como una oración colectiva. Dian y Plant entrelazan sus voces en un crescendo rousing, recordándonos que la fe —musical o espiritual— es un arado que surca la tierra dura.
El primer single, "Everybody's Song", versiona a la banda indie Low con un giro psicodélico-raga que incorpora cuerdas exóticas y un drone hipnótico, donde la armónica de Plant ruge como un eco del desierto. Es uno de los momentos más dinámicos, inyectando swagger en la minimalidad de Low y convirtiéndolo en un himno universal de conexión humana. Otras gemas brillan por su intimidad: "Soul of a Man" de Blind Willie Johnson se reinventa como un lamento slide-guitar con toques de drone, donde Worley toma el liderazgo vocal y Plant añade coros graves que profundizan el alma torturada del original. En "Higher Rock" de Martha Scanlan, Dian lidera con un ritmo uplifting que huele a "Get Back" de los Beatles, mientras Plant sopla armónica cruda, elevando el tema a un rock folk eufórico. "Too Far From You" de Sarah Siskind, por su parte, pasa de la crudeza original a una balada esperanzadora, up-tempo y gentil, con Dian al frente y Plant como contrapunto emotivo.
No todo es etéreo; hay sombras. "It's a Beautiful Day Today" de Moby Grape es una balada melancólica y sparkling, con Plant susurrando versos casi inaudibles y Dian uniéndose en coros "ooh-ahh" que flotan como niebla. La tradicional "As I Roved Out" se traslada a un Americana moderno en seis minutos de build-up lento, mientras "Ticket Taker" de The Low Anthem gana gravitas con la voz ronca de Plant, como un musicólogo compartiendo reliquias olvidadas. El cierre, un gospel anónimo que da continuidad a "Gospel Plough", desciende en una admonición suave: "Keep on keeping on", un mantra de perseverancia que deja al oyente con un sentido de trascendencia, como si el disco entero fuera un puente entre el pasado y un futuro incierto.
Saving Grace no es para quienes anhelan el Plant de los 70, es para los que aprecian su evolución —de Raising Sand con Alison Krauss a Band of Joy—, donde el rock se disuelve en folk y blues para revelar verdades más profundas. La instrumentación —el chelo haunting de Morse-Brown, el banjo grounded de Worley, la percusión exquisita de Jefferson y las guitarras ricas de Kelsey— crea una paleta sónica sublime, etérea y soul-stirring. En un año saturado de retromanía, Plant nos recuerda que la tradición no es un museo, sino un río vivo: humilde, partnership-driven y, sobre todo, salvador. Calificación: 9/10. Un susurro que resuena más fuerte que cualquier grito.