Si alguna vez has pedido un “té de manzanilla” o un “té rooibos”, tengemos noticias para ti: eso no es té. No, no es que te hayan engañado en la cafetería de la esquina, es que en México hemos decidido que cualquier cosa que se eche en agua caliente y se beba puede llamarse “té”. Pero, ¿de dónde viene esta confusión? Este lío lingüístico tiene mucho que ver con la historia del comercio con China y, por supuesto, con nuestra tradición de infusiones.
Origen de la confusión
El té llegó a Europa desde China en el siglo XVI a través de rutas comerciales. La palabra “té” (en inglés tea, francés thé, español té) proviene del dialecto chino Min Nan de Fujian, introducida por comerciantes holandeses en el siglo XVII. Por otro lado, “chá” (usado en portugués, ruso o persa) deriva del mandarín y llegó vía la Ruta de la Seda y el comercio portugués con Macao. En España, adoptamos la versión holandesa “té”, pero no fuimos estrictos en su uso, aplicándolo a cualquier bebida infusionada en agua caliente, salvo al café, cuya identidad quedó protegida por la tradición árabe.
Té versus infusiones
Dado que el té era una infusión de hojas en agua caliente, y nosotros ya bebíamos cosas parecidas, empezamos a llamar “té” a cualquier cosa que se infusionara, aunque no tuviera ni una pizca de Camellia sinensis. Excepto al café, que aunque también sea una infusión, la fuerte tradición árabe del café preservó su identidad propia.
El té, ya sea blanco, verde, rojo u otros, se elabora con Camellia sinensis. En cambio, infusiones como manzanilla, tila, poleo-menta o rooibos son herbales o tisanas, elaboradas con otras plantas, flores o frutos, y no contienen cafeína. En México, la tradición de infusiones medicinales locales llevó a llamar “té” a estas bebidas, a diferencia de países como Francia, donde distinguen entre thé (té real) e tisane (infusiones), o Portugal, con chá e infusões. Esta falta de precisión ha generado malentendidos, como pedir un “té” en un bar y enfrentar la pregunta: “¿De qué?”
Mitos y malentendidos
La confusión ha dado lugar a varios equívocos:
- “Quiero un té sin teína”: La teína es cafeína, pero sus efectos difieren por los compuestos del té. Las infusiones, como manzanilla o rooibos, no contienen cafeína, pero no son tés.
- “El té rojo ayuda a adelgazar”: El “té rojo” puede referirse al pu-erh (té fermentado de Camellia sinensis) o al rooibos sudafricano (una infusión, no té), lo que genera confusión, amplificada por la industria de productos “funcionales”.
- “El té de manzanilla me ayuda a dormir”: Correcto, porque es una infusión de flores sin estimulantes, no un té.
En México, el té nunca fue una bebida de masas como en Inglaterra o China, pero las infusiones de plantas medicinales locales han sido populares durante siglos. Esto llevó a que cualquier bebida infusionada se llamara “té”, a pesar de no provenir de Camellia sinensis. Aunque este “enredo lingüístico” refleja nuestra rica tradición de infusiones y café, no está de más conocer la diferencia. Así, la próxima vez que pidas un “té de frutas del bosque” o un “té rooibos”, recuerda: estás disfrutando de una infusión, no de un té. ¡Y no pasa nada! Lo importante es saborearlo.