Estudio descubre efectos perjudiciales de los tatuajes en el sistema inmunológico

Un estudio publicado en la prestigiosa revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) acaba de poner en jaque una de las prácticas culturales más extendidas del planeta: los tatuajes. Según investigadores de la Universidad de la Suiza Italiana (USI) y su Instituto de Investigación Biomédica en Bellinzona, la tinta no se queda solo bajo la piel; viaja rápidamente al sistema linfático y genera una inflamación crónica que puede durar años y reducir la capacidad del cuerpo para defenderse de infecciones y ciertos tipos de cáncer.

La tinta que nunca desaparece

Dirigido por el inmunólogo Santiago F. González, el trabajo —que ha durado siete años y ha involucrado a 12 grupos de investigación de varios países— demuestra que, en cuestión de horas tras realizarse un tatuaje, los pigmentos son capturados por los macrófagos (las “células basureras” del sistema inmunitario) y transportados a los ganglios linfáticos más cercanos. Allí se produce un fenómeno inesperado: los macrófagos intentan destruir la tinta, pero no pueden. En lugar de degradarla como harían con bacterias o virus, los pigmentos (especialmente los rojos y negros) matan a las propias células inmunitarias que los capturan.“Se genera un ciclo vicioso: nuevos macrófagos llegan, capturan la tinta, mueren, liberan los pigmentos y el proceso se repite una y otra vez”, explica González. El resultado es una inflamación crónica de bajo grado que puede prolongarse durante años o décadas, justo en los ganglios linfáticos, los cuarteles generales de nuestras defensas.

Uno de los experimentos más llamativos consistió en vacunar a dos grupos de ratones: uno tatuado y otro sin tatuajes. Los animales con tinta produjeron significativamente menos anticuerpos que los no tatuados, lo que sugiere que su respuesta inmune estaba claramente comprometida. Aunque el estudio se realizó en ratones, los investigadores subrayan que los mecanismos celulares observados son idénticos en humanos y que ya existen evidencias clínicas de ganglios linfáticos teñidos de negro o rojo en personas tatuadas décadas atrás.

El trabajo analizó específicamente tintas roja, negra y verde (las más usadas). Los pigmentos rojos y negros mostraron mayor toxicidad para los macrófagos, lo que abre la puerta a que ciertos colores o composiciones químicas sean más problemáticos que otros. De hecho, algunas tintas contienen metales pesados (cromo, níquel, cobalto) y compuestos orgánicos potencialmente carcinógenos que la Unión Europea ya restringió parcialmente en 2022. 

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¿Qué significa esto para los 30 % de mexicanos tatuados?

En México, según la última Encuesta Nacional de Consumo Cultural, cerca del 29 % de los adultos entre 18 y 35 años lleva al menos un tatuaje. A nivel mundial, la cifra ronda el 20 %. Con estos datos, el estudio de la USI plantea preguntas inevitables:

  • ¿Estamos ante un factor de riesgo silencioso para infecciones crónicas o ciertos cánceres linfáticos?
  • ¿Deberían regularse más estrictamente las tintas y advertirse a la población?

Los autores son prudentes: “No decimos que todo el mundo deba dejar de tatuarse, pero sí que estos hallazgos despiertan una preocupación legítima sobre la seguridad a largo plazo que hasta ahora se había infravalorado”.

Los tatuajes seguirán siendo arte, expresión y moda, pero este estudio nos recuerda que también son una modificación corporal permanente con efectos sistémicos que apenas empezamos a entender. Si estás pensando en hacerte uno (o en añadir otro más), tal vez valga la pena preguntarte: ¿qué precio está dispuesto a pagar tu sistema inmunológico por llevar esa obra de arte para siempre?


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