CDMX una metrópoli al borde del colapso acústico

Ciudad de México, una de las urbes más vibrantes y pobladas del planeta, enfrenta un enemigo invisible pero devastador: el ruido.

Con niveles que superan los 100 decibeles en avenidas durante horas pico —más del doble de los 55 decibeles recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS)—, la capital mexicana se posiciona como la octava ciudad más ruidosa del mundo. Este problema, lejos de ser una simple molestia, es ya un riesgo grave para la salud pública, asociado a estrés crónico, insomnio, hipertensión y pérdida auditiva, según estudios de la OMS citados en el Congreso local. Ante esta crisis, legisladores han presentado una ambiciosa Ley de Control de Ruido para frenar la contaminación acústica y devolverle el silencio a la ciudad. La iniciativa, impulsada por la diputada Leonor Gómez Otegui, busca declarar al ruido un problema de salud pública y establecer un límite de 65 decibeles para actividades en espacios públicos, incluyendo vehículos, bares, tianguis y construcciones. La propuesta incluye medidas concretas: mapas acústicos para identificar zonas críticas, metas de reducción con plazos definidos, sanciones claras y límites diferenciados por horarios y zonas. Además, se planea una aplicación móvil para que los ciudadanos denuncien excesos de ruido, promoviendo una participación activa en el control de este problema.Un impacto más allá de los oídos

El ruido no solo daña la audición. Investigaciones presentadas en el Congreso muestran que afecta la salud mental, reduce la concentración y perjudica el rendimiento escolar y laboral. “El ruido es un factor ambiental de alto impacto que no puede seguir fuera de la agenda pública”, afirmó Gómez Otegui. En colonias de alcaldías como Cuauhtémoc, Miguel Hidalgo, Coyoacán y Venustiano Carranza, los habitantes han expresado su hartazgo por cláxones, música a todo volumen y obras interminables, pero el desafío es grande: el ruido está tan arraigado que, para muchos, forma parte de la identidad capitalina.

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Otros países han enfrentado con éxito la contaminación acústica. Madrid utiliza un Mapa Estratégico de Ruido público, Alemania implementa pavimentos silenciosos y Tokio, desde 1968, regula el ruido con límites estrictos, como 45 decibeles por la noche. Estos modelos han reducido enfermedades cardiovasculares y mejorado la calidad de vida. Sin embargo, en Ciudad de México, el éxito de la ley dependerá de superar obstáculos como la instalación de infraestructura de medición confiable, la coordinación entre dependencias y la resistencia de sectores como bares y constructoras, que podrían ver restringidas sus operaciones.

De aprobarse y aplicarse con rigor, la Ley de Control de Ruido podría transformar la capital. Menos ansiedad, mejor sueño, mayor concentración y una disminución de enfermedades cardiovasculares son algunos de los beneficios esperados. Sin embargo, los legisladores advierten que el monitoreo constante y sanciones efectivas serán clave. “Queremos que la ciudadanía sea parte de esta ley, que nos ayude a construirla para que sea útil”, enfatizó Gómez Otegui, invitando a los capitalinos a sumarse a esta lucha por un entorno más saludable.En una ciudad donde el bullicio es parte del día a día, el silencio podría convertirse en el nuevo lujo. ¿Podrá la capital encontrar el equilibrio entre su vibrante energía y la tranquilidad que sus habitantes merecen? La respuesta está en el aire… y en el volumen que decidamos tolerar.


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