La Gran Feria de Vino celebra el aniversario de Cluny Le Bar en San Ángel

Con el murmullo de las copas entrechocando y aromas que acariciaban el alma, Cluny Le Bar festejó su primer aniversario de reapertura con una velada que quedará grabada en la memoria de los amantes del vino. La Primera Gran Feria de Vino transformó este rincón de San Ángel en un festín de sentidos, donde cada etiqueta contaba su propia historia y cada sorbo evocaba paisajes, estaciones y culturas.

Más de un centenar de etiquetas desfilaron por las copas de visitantes entusiastas, desde conocedores experimentados hasta curiosos neófitos que se dejaron guiar por la magia del terroir. Fue un recorrido enológico que cruzó fronteras: desde la mineralidad precisa de los blancos de Alsacia hasta la fruta generosa y madura de los tintos del Valle de Guadalupe.

Entre las joyas de la noche, brillaron con luz propia los 12 Linajes de Ribera del Duero, vinos que abrazan la potencia de la Tempranillo con una estructura noble y final largo. La californiana Lapis Luna ofreció tintos con acento moderno, con notas de zarzamora, grafito y un equilibrio encantador entre frescura y profundidad. Desde Portugal, etiquetas como Fat Barón y los vinos de Vinho Verde como María Papoila y Salsus sedujeron con su vivacidad cítrica y burbujeo sutil, perfectos para acompañar los primeros calores del verano.

Italia se hizo presente con su sedosa elegancia: desde los frutales y accesibles vinos de la DOC Veneto, hasta los intensos Montepulciano d’Abruzzo y los tintos de la Toscana, que mostraron taninos finos y notas de tabaco, cuero y cereza negra. Francia aportó sutileza con etiquetas de Alsacia y el carácter terruño del Domaine de Fabrègues, con vinos que susurran al paladar.

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Una verdadera revelación fue Feravino, bodega croata que sorprendió con su línea Dika, la elegancia floral del Grasevina y la expresión auténtica de sus vinos regionales de Orahovica. Su propuesta conquistó tanto por su novedad como por su calidad.

México, por supuesto, tuvo un protagonismo especial. Desde el carácter robusto del Cabernet Sauvignon de La Dama Tatuada, hasta la dulzura floral del Moscato de La Chula, pasando por la complejidad de los vinos de Casa Náufrago en Coahuila o la elegancia sobria de Paralelo en Baja California. El Bajío también brilló con etiquetas de Guanamé, Santísima Trinidad, Tito y Kai y Tierra Adentro, expresiones fieles de un México vitivinícola en plena evolución.

Como todo gran vino, esta feria se maridó con sabores dignos del recuerdo: tapas finamente elaboradas como la mermelada de uva con cardamomo, el queso de cabra con tomate confitado, o la fondue cremosa que acariciaba la lengua. Una selección pensada para resaltar los matices de cada copa, en un diálogo armonioso entre cocina y vino.

La música en vivo fue el broche perfecto para una tarde donde la convivialidad fue protagonista. En cada mesa, en cada conversación, se respiraba la pasión por el vino, ese elixir que nos conecta con la tierra, con la historia y, sobre todo, con los demás.


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