Los maestros están usando ChatGPT, y algunos alumnos no están contentos

Cuando ChatGPT se hizo público, causó pánico porque facilitaba increíblemente hacer trampa en las tareas escolares. Ahora los estudiantes se quejan de la dependencia de sus profesores en la IA.

Ella Stapleton dijo que se sorprendió al descubrir que un profesor había utilizado ChatGPT para armar los materiales del curso. “Nos dice que no lo usemos y luego lo usa él”, dijo.

En febrero, Ella Stapleton, entonces estudiante de último año en la Universidad Northeastern, estaba revisando los apuntes de su clase de comportamiento organizacional cuando notó algo extraño. ¿Acaso se trataba de una consulta a ChatGPT que había hecho su profesor?

A mitad del documento, que su profesor de negocios había elaborado para una lección sobre modelos de liderazgo, había una instrucción a ChatGPT: “Amplía todas las áreas. Sé más detallado y específico”. Después había una lista de rasgos de liderazgo positivos y negativos, cada uno con una definición prosaica y un ejemplo con viñetas.

Stapleton envió un mensaje de texto a una amiga de la clase.

“¿Viste los apuntes que puso en Canvas?”, escribió, refiriéndose a la plataforma informática que aloja los materiales de los cursos de la universidad. “Lo hizo con ChatGPT”.

Stapleton decidió investigar un poco. Revisó las presentaciones de diapositivas de su profesor y descubrió otros signos reveladores de IA: textos distorsionados, fotos de oficinistas con partes del cuerpo extrañas y errores ortográficos atroces.

No estaba contenta. Dado el costo y la reputación de la escuela, esperaba una educación de alto nivel. Este curso era obligatorio para su licenciatura en negocios y su programa prohibía las “actividades académicamente deshonestas”, incluido el uso no autorizado de inteligencia artificial o chatbots.

“Nos dice que no lo usemos y luego lo usa él”, dijo.

Stapleton presentó una queja formal ante la escuela de negocios de Northeastern, citando el uso no revelado de IA, así como otros problemas que tuvo con su estilo de enseñanza, y solicitó el reembolso de la matrícula de esa clase. Siendo la cuarta parte de la factura total del semestre, eso supondría más de 8000 dólares.

Cuando ChatGPT se hizo público a finales de 2022, causó pánico en todos los niveles educativos porque facilitaba increíblemente hacer trampa. Los estudiantes a quienes se les pedía que escribieran un trabajo de historia o un análisis literario podían hacer que la herramienta lo escribiera en cuestión de segundos. Algunas escuelas la prohibieron, mientras que otras emplearon servicios de detección de IA, a pesar de las dudas sobre su precisión.

Pero, ah, las vueltas que da la vida. Ahora los estudiantes se quejan en sitios como Rate My Professors de la dependencia excesiva de sus profesores en la IA y examinan los materiales de los cursos en busca de palabras que ChatGPT tiende a utilizar demasiado, como “crucial” y “profundizar”. Además de denunciar la hipocresía, esgrimen un argumento económico: están pagando, a menudo bastante, para que les enseñen humanos, no un algoritmo que ellos también podrían consultar gratis.

Por su parte, los profesores dijeron que utilizaban chatbots de IA como una herramienta para ofrecer una mejor educación. Los maestros entrevistados por The New York Times dijeron que los chatbots les ahorraban tiempo, los ayudaban con cargas de trabajo abrumadoras y les servían como asistentes de enseñanza automatizados.

Sus números van en aumento. En una encuesta nacional realizada el año pasado a más de 1800 profesores de enseñanza superior, el 18 por ciento se describió como usuario frecuente de herramientas de IA generativa; en una encuesta de repetición este año, ese porcentaje casi se duplicó, según Tyton Partners, el grupo consultor que llevó a cabo la investigación. La industria de la IA quiere ayudar, y obtener ganancias: las empresas emergentes OpenAI y Anthropic han creado recientemente versiones empresariales de sus chatbots diseñadas para universidades.

Está claro que la IA generativa ha llegado para quedarse, pero las universidades se esfuerzan por seguir el ritmo de las normas cambiantes. Ahora son los profesores los que están en la curva de aprendizaje y, como el profesor de Stapleton, se abren camino entre las dificultades de la tecnología y el desdén de sus alumnos.

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Alcanzar la calificación

El otoño pasado, Marie, de 22 años, escribió un ensayo de tres páginas para un curso de antropología por internet de la Universidad de Southern New Hampshire. Buscó su calificación en la plataforma en línea de la escuela, y se alegró de haber recibido un sobresaliente. Pero en una sección de comentarios, su profesora había publicado accidentalmente un intercambio con ChatGPT. Incluía la rúbrica para calificar que la profesora había pedido al chatbot que utilizara y una petición de “comentarios realmente agradables” para Marie.

“Desde mi punto de vista, la profesora ni siquiera leyó nada de lo que escribí”, dijo Marie, quien pidió utilizar su segundo nombre y solicitó que no se revelara la identidad de su maestra. Podía entender la tentación de utilizar la IA. Trabajar en la universidad era un “tercer trabajo” para muchos de los docentes, que podían tener cientos de alumnos, dijo Marie, y no quería avergonzar a su profesora.

Aun así, Marie se sintió agraviada y enfrentó a su profesora durante una reunión de Zoom. La profesora dijo a Marie que sí leía los ensayos de sus alumnos, pero que utilizaba ChatGPT como guía, lo que la escuela permitía.

Robert MacAuslan, vicepresidente de IA en Southern New Hampshire, dijo que la escuela creía “en el poder de la IA para transformar la educación” y que existían directrices tanto para el profesorado como para los estudiantes para “garantizar que esta tecnología mejora, y no sustituye, la creatividad y la supervisión humanas”. Una lista de cosas que hacer y que no hacer para el profesorado prohíbe utilizar herramientas, como ChatGPT y Grammarly, “en lugar de una retroalimentación auténtica y centrada en el ser humano”.

“Estas herramientas nunca deben utilizarse para ‘hacer el trabajo’ por ellos”, dijo MacAuslan. “Más bien, pueden considerarse como mejoras para sus procesos ya establecidos”.

Después de que un segundo profesor pareciera utilizar ChatGPT para darle retroalimentación, Marie se cambió a otra universidad.

Paul Shovlin, profesor de inglés en la Universidad de Ohio, en Athens, Ohio, dijo que podía entender su frustración. “No me gusta mucho eso”, dijo Shovlin tras conocer la experiencia de Marie. Shovlin es también miembro del profesorado de IA, cuya función incluye desarrollar las formas adecuadas de incorporar la IA a la enseñanza y el aprendizaje.

via The New York Times


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