En la vasta inmensidad del océano Pacífico, donde el horizonte parece infinito y la supervivencia es un desafío constante, se escribió una de las historias más extraordinarias de resistencia humana. José Salvador Alvarenga, un pescador salvadoreño, se convirtió en protagonista de una aventura que desafió los límites de lo posible: sobrevivió 438 días perdido en alta mar, enfrentándose a tormentas, hambre, soledad y la muerte de su compañero. Su relato, que oscila entre la hazaña y la controversia, ha capturado la imaginación del mundo entero.
El Inicio de una Pesadilla
Todo comenzó el 17 de noviembre de 2012 en Costa Azul, un pequeño pueblo pesquero en el estado de Chiapas, México. Alvarenga, un hombre curtido por años de trabajo en el mar, zarpó en una lancha de siete metros junto a Ezequiel Córdoba, un joven de 24 años que se unió a él a última hora tras la ausencia de su compañero habitual. El plan era simple: una jornada de pesca de tiburones que no debía durar más de un par de días. Llevaron provisiones básicas y una hielera para almacenar su captura. Sin embargo, el océano tenía otros planes.
A pocas horas de su partida, una feroz tormenta azotó la embarcación. Los vientos huracanados y las olas gigantescas inutilizaron el motor, dañaron los instrumentos de navegación y dejaron a los dos hombres a merced de las corrientes del Pacífico. Lo que comenzó como una rutina de trabajo se transformó en una lucha desesperada por la vida.
Sobreviviendo lo Imposible
Sin comida suficiente ni medios para pedir ayuda, Alvarenga y Córdoba quedaron atrapados en un mar sin fin. Las provisiones se agotaron rápidamente, y el hambre se convirtió en su mayor enemiga. Alvarenga, con su experiencia como pescador, recurrió a métodos extremos para sobrevivir: cazaba peces, tortugas y aves marinas con sus propias manos, comiendo la carne cruda y bebiendo su sangre cuando el agua de lluvia escaseaba. En los momentos más críticos, incluso llegó a ingerir su propia orina para mantenerse hidratado.
Ezequiel, sin embargo, no pudo adaptarse a estas condiciones extremas. Según Alvarenga, su compañero se negó a consumir los alimentos crudos y, tras comer carne de un ave en mal estado, su salud se deterioró rápidamente. A las cuatro semanas de estar a la deriva, Córdoba falleció. Devastado, Alvarenga mantuvo el cuerpo a bordo durante varios días, incapaz de desprenderse de su compañero, hasta que la descomposición lo obligó a arrojarlo al mar. A partir de ese momento, enfrentó la soledad absoluta, con solo su voluntad y sus recuerdos como aliados.
Una Mente Fuerte en un Cuerpo al Límite
Durante más de un año, Alvarenga navegó sin rumbo, llevado por las corrientes del océano. Para no perder la cordura, se aferró a pensamientos de su familia en El Salvador, imaginando festines de comida y momentos felices con su hija y sus padres. Su fe también jugó un papel crucial: rezaba constantemente, pidiéndole a Dios fuerzas para seguir adelante. En una entrevista posterior, confesó que hubo momentos en los que consideró el suicidio, pero su determinación y el deseo de cumplir una promesa hecha a la madre de Córdoba —contarle la historia de su hijo— lo mantuvieron vivo.
El 30 de enero de 2014, tras 438 días a la deriva, la lancha llegó a la costa del atolón Ebon, en las Islas Marshall, a más de 12,000 kilómetros de donde había comenzado su viaje. Dos habitantes locales, Emi Libokmeto y Russel Laikidrik, encontraron a un hombre demacrado, con el pelo largo y una barba poblada, gritando en español y sosteniendo un cuchillo. Alvarenga había sobrevivido, convirtiéndose en la primera persona conocida en la historia en resistir tanto tiempo perdido en una embarcación tan pequeña.
Regreso y Controversia
Tras ser rescatado, Alvarenga fue trasladado a un hospital en Majuro, la capital de las Islas Marshall, donde sorprendió a los médicos por su estado físico relativamente estable, aunque sufría anemia y un profundo trauma psicológico. El 10 de febrero de 2014, regresó a El Salvador, recibido como héroe en su pueblo natal, Garita Palmera. Sin embargo, su historia no estuvo exenta de escepticismo. Algunos cuestionaron cómo pudo sobrevivir tanto tiempo sin mostrar signos graves de desnutrición o escorbuto, pero expertos confirmaron que su dieta de carne fresca y agua de lluvia pudo haberle proporcionado los nutrientes necesarios.
El capítulo más polémico llegó cuando la familia de Ezequiel Córdoba lo demandó por un millón de dólares, acusándolo de canibalismo. Alegaron que Alvarenga se había alimentado del cuerpo de su compañero para sobrevivir, algo que él negó rotundamente, insistiendo en que había cumplido su promesa de no tocar el cadáver. Su abogado, Ricardo Cucalón, calificó la demanda como un intento de lucro, y el caso no prosperó por falta de pruebas.
Conoce una de las historias más extraordinarias de resistencia humana.
— El Renegado (@RenegadoRadio) April 9, 2025
José Salvador Alvarenga y Ezequiel Córdoba salieron a pescar tiburones en Costa Azul, México. Pero pasarían 438 días para poder volver a casa ????????https://t.co/MDeaV2JROp pic.twitter.com/uwsK9Ap7a3
Un Legado de Resistencia
La odisea de José Salvador Alvarenga fue plasmada en el libro 438 Days: An Extraordinary True Story of Survival at Sea, escrito por el periodista Jonathan Franklin, quien recopiló su testimonio y corroboró detalles con testigos y expertos. Su historia no solo es un relato de supervivencia física, sino también un testimonio del poder de la mente humana para resistir ante lo imposible.
Hoy, Alvarenga vive discretamente en El Salvador, alejado del mar que alguna vez amó y temió. Su aventura sigue siendo un recordatorio de que, incluso en las circunstancias más extremas, la voluntad de vivir puede superar cualquier adversidad. Como él mismo dijo: “Tienes que trabajar por tu vida”. Y eso fue exactamente lo que hizo durante esos inolvidables 438 días.