Sí, todos lo sufrimos e incluso muchos tuvieron que lidiar con explicaciones a sus tías, mamás y abuelitas, las cuales, se resumían en un: “No hay Facebook, hasta al rato que lo pongan otra vez, nada más es cosa de esperar”, lo malo, es que esa espera se prolongo por 8 horas, tiempo más que suficiente para demostrar dos cosas: 1) Somos unos tremendos adictos al internet y 2) No somos nada sin el amo y señor de la comunicación digital.
Todos conocemos la historia de cómo se creó Facebook, unos jóvenes universitarios de Harvard diseñando un sitio, en el cual, podían calificar el atractivo de otros estudiantes, algo más parecido a cualquier app de citas, de hecho: Youtube también surgió bajo ese tipo de premisa, pero, el punto es que… nadie sospechaba NI de lejos, el mounstro informático que se había gestado y la insana dependencia que este nos generaría.
Actualmente, según varios cálculos y estadísticas de Facebook mismo, el sitio genera 4 petabytes de datos por día – esos son millones de gigabytes. Todos los datos son almacenados en lo que es conocido como la Colmena (The Hive), la cual, contiene alrededor de 300 petabytes de datos. Para ponernos en contexto… en un Petabyte caben 13 años de transmisión de televisión HD continua.
¿Te lo imaginas?, podrías registrar 13 años de tu vida segundo a segundo, sin pausas por parte de la cámara que te seguiría a todos lados, día y noche, en el desayuno y a la hora de la intimidad, ¿bastante perturbadora la situación verdad?, pero… si lo piensas bien, es técnicamente lo que hemos hecho esta ultima década, no segundo a segundo por supuesto, pero, sí, día tras día, con un post, una foto, un mensaje a alguien, jugando a algún juego, toda nuestra actividad diaria registrada junto a la de millones de personas del mundo… Eso da para una película estilo “Terminator”.
Ayer el mundo se detuvo por partes y en diversos lugares, muchos centros de trabajo, luego del abandono presencial por la pandemia, basaron por completo su comunicación interna mediante WhatsApp, así como muchas otras actividades: escuelas, negocios, logística… el peguntarnos ¿por qué?, sería un tanto ingenuo, ya que, a pesar de que haya aplicaciones con mejores características, lo cierto es que, WhatsApp es un herramienta práctica, fácil de entender y por sobre todas las cosas: GRATUITA, claro sin contar la inversión que supone comprar un smartphone y contar con una conexión a internet, pero, el caso es que al final del día el “wasat” se ha transformado en nuestra segunda boca y lengua, con esta App nos comunicamos de manera tan natural, que… ayer cuando no estuvo disponible, fue como si nos mutilaran físicamente la capacidad de hablar.
Y muchos dirán: “eso es una exageración, para eso están las llamadas telefónicas, los SMS, otras redes sociales”, sí, eso en caso de que lo que tuvieras que decir NO fuera realmente urgente o trascendental, de ahí en fuera, la gran mayoría de usuarios solo veían pasar las horas “en silencio” entre checada y checada para ver si ya había regresado, ayer el mundo se tomo un respiro obligado, pero, que a muchos les provoco ansiedad y frustración.
Frustración por no poder publicar (decir/contar) lo que pensaban o andaban haciendo, ansiedad por no saber lo que otras personas pensaban o andaban haciendo y hasta en un punto extremo: miedo, una sensación referente a estar limitados, a no poder realizar una parte de su día a día con normalidad, sintiéndose atados a lo que Facebook, Instagram y WhatsApp pudieran resolver, como esclavos, como si tuviésemos un dueño.
Tú ayer eras libre de invertir tu tiempo como mejor te viniera en gana, ya sea atendiendo la chamba, tus pendientes en el hogar, yendo a visitar a algún familiar o amigo que este cerca de tu casa, pero… lo sabías y lo sentías, esas ganas de que las redes regresaran, de que te devolvieran la capacidad de comunicarte, pendiente del regreso a la “normalidad”, libre de hacer y decir, pero, también “libre” de esperar a que la multinacional informática te regresara el medio para comunicarte libremente.
JR Brindiz