Terror y emociones fuertes: ¿Por qué nos gusta lo que nos asusta?

Ya comenzó octubre, "el mes del terror" y que mejor ocasión para preguntarte... ¿Lo has notado?, cuando un niño pequeño se encuentra ante algo que le causa miedo o pánico, de forma inmediata busca esconderse o alejarse del sitio, en caso de no poder hacerlo, la segunda opción es buscar la ayuda de mamá y papá, para así, lograr librarse de esa situación estresante, ya sea, una figura extraña, la oscuridad misma, una imagen, un objeto, un animal extraño o un desconocido, lo cierto es que, los niños hacen caso a ese sentimiento en automático sin razonar, pero… ¿por qué cuando crecemos se va perdiendo esa característica?

Muchos pueden argumentar que no se pierde, sino, que al ser más maduros y tener un bagaje más amplio en cuanto a como funciona el mundo que nos rodea, nuestro cerebro tiene más información para poder interpretar de mejor manera la situación y por ende, ser más selectivo y especifico al momento de sentir miedo y ponernos en alerta, a un niño lo puedes asustar con un insecto de aspecto desagradable y a un adulto también, pero, si ese adulto tiene conocimiento de que ese insecto en cuestión no representa peligro mortal, lo mas probable es que más que miedo, sienta un terrible asco.

Tampoco es que nos hagamos más valientes o que perdamos capacidades, como se suele decir cuando se habla de fenómenos paranormales: “los niños ven cosas que nosotros no”, pero… a menos de que seamos descendientes de “Benjamín Button”, todos fuimos niños, pero… extrañamente no recordamos a ver visto “algo que no estaba ahí”, entonces… ¿qué pasa con el miedo?, ¿a dónde se va? Y sobre todo… ¿se puede perder el miedo a todo?

Cuando hablamos de miedo, lo que nos viene inmediatamente a la cabeza son las fobias, las cuales, son tan extensas y variadas como el universo mismo, también, solemos pensar en fantasmas, monstros, demonios, situaciones inexplicables, pero, en esencia todos parten del mismo origen, que es sentirnos amenazados. El miedo más que una emoción es un instinto, sin el miedo nuestros antepasados no se abrían alejado de situaciones peligrosas y por ende no estaríamos acá, en este sentido, NO es miedo a las arañas, es miedo a que te muerdan y mueras, TAMPOCO es miedo a la oscuridad, sino miedo a no saber que hay en ella y por ende sentirte en peligro.

Ser lastimados y por extensión perder la vida son el miedo original y a su vez, el miedo a morir, no es tanto porque suceda, ya que, quien esta vivo esta condenado a llegar a ese momento, en este caso el miedo original es al desconocimiento de lo que hay después o a que en efecto NO haya nada en ese después, entonces podríamos decir que el miedo instintivo es ese, miedo al desconocimiento, pero… acá comienza lo irónico del asunto, por ejemplo: todos sabemos perfectamente que si subes a una altura muy elevada y caes, lo más probable es que mueras, eso no es desconocimiento, puesto que comprendemos la situación, entonces aquí se hablaría justo de miedo a morir, pero… ¿por qué existen paracaidistas, escaladores y un sinfín de actividades que requieren estar en lo alto?


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Bueno, la respuesta es la misma que cuando preguntamos: ¿por qué hay películas de terror?, en definitiva existe una delgada línea entre el miedo y ser adicto al miedo, todo dependerá de la intensidad con que se perciba ese miedo, físicamente nuestro cerebro libera adrenalina cuando nos encontramos cara a cara con el miedo, la adrenalina tiene dos funciones básicas, la primera es ponernos en estado de alerta y la segunda, canalizar la energía y fuerza necesaria en caso de escapar o enfrentar el peligro, pero, pasa y resulta que esa adrenalina también es placentera.

Expliquemos mejor esto último, a ver, literalmente no es que la adrenalina sea placentera como una droga, sino, que nuestro cerebro al liberarla y evaluar que el riesgo no es potencialmente mortal, de inmediato activa serotonina y dopamina, sustancias que SÍ están relacionadas a los neurotransmisores asociados al placer, la euforia y la recompensa. 

Al respecto, la socióloga Margee Kerr, quien habla de la ’psicología del miedo’ en el portal The Atlantic, argumenta que:

“Las personas se han estado asustando a sí mismos desde el nacimiento de la especie, a través de todo tipo de métodos como contar historias, saltar desde acantilados o saliendo de lugares oscuros para asustar a otros. Sin embargo, ahora es cuando el miedo nos ha aportado diversión y beneficio, hemos hecho esto durante todo este tiempo por diferentes razones, como darles unidad a los grupos, preparar a los niños para la vida en el peligroso mundo y, por supuesto, para controlar nuestro comportamiento. Pero realmente solo ha sido en los últimos siglos cuando hemos empezado a asustarnos a nosotros mismos por diversión (y beneficio), y esto se ha convertido en una experiencia muy cotizada".

Ese es el porque esencial al preguntarnos ¿por qué nos gusta sentir miedo?, NO es que nos guste el miedo como tal, sino, que mediante él podemos conseguir las sustancias verdaderas que nos gustan y a saber, como toda droga, las dosis cada vez se vuelven más y más grandes para poder alcanzar ese estado de éxtasis total: el paracaidista se lanzara de más alto, después abrirá el paracaídas más y mas cerca del piso, para luego lanzarse sin paracaídas y atraparlo en el aire o en el caso de los amantes del cine de terror, su gusto será cada vez más selectivo y por ende menos impresionable, llegando al punto de decir: “el cine de terror es siempre lo mismo, ya no da miedo”.

En definitiva, somos unos adictos de lo pero en todo sentido, estamos hechos para los excesos y… el verdadero miedo debería ser a no lograr controlarlos.

JR Brindiz

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