Sin COVID-19, pero, también sin padres: Los huérfanos de la pandemia

Han pasado 567 días desde que la emergencia sanitaria comenzó en México, por supuesto, la situación de la gran mayoría de mexicanos se ha visto afectada durante todo este tiempo, ya sea, por las dificultades que supuso el realizar las actividades cotidianas, adaptarse un estilo de vida desconocido para muchos y por supuesto, el afrontar la perdida de seres queridos, que, quizá y solo quizá, de no ser por el virus, aún seguirían entre nosotros.

En este sentido, todas las pérdidas son dolorosas y en el comentario extendemos nuestro pésame y aliento para todos aquellos quienes nos siguen y han tenido que pasar por esta situación, al respecto, a pesar de lo lamentable que puede ser la situación, siempre viene bien hacer un recuento de la situación, para así, lograr dimensionar la magnitud de los problemas, lo cual, nos ayude a actuar de la mejor manera para resolverlos.

Según información del Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República, México se encuentra en la posición #3 de los países con mayor numero de infantes y adolescentes, los cuales, perdieron a sus cuidadores primarios y secundarios (madre, padre y abuelos), a causa de la COVID-19, el reporte establece que son poco más de 244 mil 500, niñas, niños y adolescentes, quienes han cambiado su estatus a “orfandad”, solo por detrás de los infantes brasileños e indios, los cuales, han sido los más golpeados en este rubro.


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Si a esta condición, le sumamos el rezago educativo general que arrastra el sistema mexicano, la incertidumbre en cuanto a la sanación de las finanzas tanto publicas como particulares y un ambiente cada vez más tecnológico en cuanto a necesidades de vida, la situación no parece ser muy alentadora para todos esos menores, los cuales, “sin deberla ni temerla”, ahora tienen que afrontar una durísima realidad, la misma, que muchos con honestidad, NO podrán sortear, siendo victimas de malas practicas y salidas fáciles, como la drogadicción, la prostitución, el robo a mano armada y por supuesto, unirse a las filas del crimen organizado.

Todo esto, mientras en su interior se gesta un rencor particular, una deuda insalvable hacia todos aquellos quienes “pudieron ayudarlos”, pero, decidieron mirar hacia otro lado, por supuesto, sabemos que lo anterior dicho suena muy fatalista, pero, bajo las condiciones del Estado mexicano e insertos en una sociedad de que dice “no, gracias” cuando alguien pide ayuda, creemos que hacernos a la idea de un futuro desalentador, cuando menos, nos puede ayudar prever la magnitud del problema. 

JR Brindiz

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