Sendero del oso - LA CELAC como instrumento político, más allá de la derecha o la izquierda

Por Said Flores Alonso

La integración económica implica sustancialmente la disminución drástica de las barreras comerciales entre dos o más países, especialmente de una región. Es una tarea sumamente complicada e involucra una negociación con visión de Estado que comúnmente encuentra sus principales obstáculos en las dificultades internas como: los procesos políticos y electorales, los intereses de agentes económicos locales que han conseguido establecer monopolios, barreras de entrada o alta injerencia en los aparatos burocráticos del Estado, corrupción, entre otros. 

Incluso el TLC de América del Norte que está cerca de cumplir 30 años no ha conseguido la integración económica de los tres países que participan en él. En el sector energético se llevaron a cabo reformas que beneficiaron más a empresas extranjeras que a la economía nacional de México. En el sector de telecomunicaciones seguimos padeciendo monopolios que financian analistas y especialistas que justifican esta condición. En fin, dos ejemplos ilustrativos.

El modelo de intercambio comercial a nivel internacional se ha encontrado con el regreso de presidencialismos fuertes o de gobiernos con miras estatistas. La crisis de 2008 dejó claro en el imaginario social y político de varias naciones que la alta dependencia a las economías de otros países genera limitantes e incapacidad para la expedita atención local de una crisis económica global.

Pese al actual contexto, la integración económica es un asunto que no debe demeritar su estudio a profundidad. Es inevitable el intercambio comercial y resulta sumamente complicado pensar en una regresión a los modelos puros de sustitución de importaciones. Sin embargo, muchos países han empezado a optar por un modelo más controlado y de elecciones estratégicas en términos de los bienes y servicios que se desean intercambiar.

Este año, la CELAC se atendió desde una perspectiva más política que económica: recordarle a Estados Unidos que existe un cúmulo de países latinoamericanos que necesitan y requieren nuevos modelos de intercambio, mayor diversificación y, sobre todo, mayor autonomía política de los partidarios de la doctrina Monroe.

Más que un giro o guiño a la izquierda como lo propone en su columna del 19 de septiembre José Fonseca, parece ser que la Cumbre cumplió dos propósitos: 1. Mostrarse al mundo como una región con serias aspiraciones al crecimiento y desarrollo, a través del establecimiento de un intercambio comercial regional que hace un guiño a China como potencial proveedor, y 2. Como instrumento político para hacer frente a las oposiciones golpistas locales financiadas desde Estados Unidos para establecer como punto de partida la libre determinación de los pueblos.

No fue gratuito el discurso de Andrés Manuel López Obrador en la visita de su par cubano Miguel Diaz-Canel, ni mucho menos su intervención en la CELAC, se lee la intención de recordarle a Joe Biden que México aún recuerda como hacerle frente a los grandes intereses del gran capital estadounidense: asumir la batuta y liderazgo de una congregación de estados latinoamericanos, aunque los resultados nunca lograron y lamentablemente nunca lograrán ser los ideales, se trata de un instrumento político en favor de mejores condiciones de negociación.

Es un mensaje claro y contundente de que se tienen identificadas las líneas de financiamiento de la oposición golpista en México y en los países que estrenan gobierno en el Cono Sur y el Caribe, así como también la demanda de no injerencia externa en la decisión política sobre los sectores estratégicos, para México, hoy, el energético.

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Está por presentarse la reforma energética en el contexto de la nacionalización de la industria eléctrica, el bicentenario de la consumación de la independencia de México, la CELAC y dos invitaciones estratégicas de dos mandatarios que han padecido lo mismo que el Presidente de México: Argentina y Cuba.

López Obrador tiene claro su objetivo y sus movimientos son naturalmente políticos y pragmáticos, todo esto sucede mientras la mal llamada oposición se enfrasca en discusiones estériles como si se debió invitar o no al Presidente Nicolás Maduro.

Se están perdiendo la obra por centrarse sólo en los actores y estamos por entrar en el tercer acto.


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