¿Tropezaste de nuevo con la misma piedra? Somos adictos REALES a nuestras exparejas

La situación es la siguiente: un amigo te cuenta que recién terminó su relación, en ese momento le das ánimos, lo cobijas, te aseguras que el duelo no sea tan desastroso, haces todo cuánto está a tu alcance para verle mejor, para, que en medida de lo posible comprend… aaah, ya regresaron.

 

¿Cuántas veces te ha pasado?, seguramente más de las que tu hígado estaba dispuesto a soportar y digo tu hígado porque es imposible no derramar la bilis por el coraje que nos provoca que todo nuestro apoyo moral y sentimental se vaya al caño, solo porque ese amigo es terco “como una chingada”, pero, como suele decir el dicho “en tierra de ciegos el tuerto es rey”, ¡no te hagas!, tú también has Sido ese amigo necio que no entiende por las buenas y es que… pareciera que nos gusta la mala vida, pero… y si te contamos ¿Por qué nos cuesta tanto dejar a nuestros ex’s?

 

Según un estudio de la universidad de Saint Louis Misuri, “las relaciones posteriores al rompimiento con una expareja, sea reconocida como amistad o no, suelen ser de pésima calidad a comparación de las que podemos y formamos con personas con quienes no hemos tenido ese tipo de acercamiento sexual y emocional”, en este sentido, la psicóloga Lara García, especialista en terapia de pareja, argumenta que el origen de esa “necesidad” de mantener contacto en cualquier forma o sencillamente regresar, radica en:

 

“el tiempo juntos, el que ha pasado desde la separación hasta hoy, si se trataba de una relación tóxica o sana, si el final llegó cuando alguna de las dos personas aún conservaba sentimientos amorosos, si fue de forma traumática o simplemente porque no había ya nada especial entre los dos”.

 

Con relación a esto último, la sexóloga Elena Requena advierte un comportamiento típico en aquellas personas que recién terminan una relación:

 

“Podemos incluso tener deseo de una forma un tanto melancólica, que ayuda a recordar los buenos momentos o confirma nuestra decisión entonces, a veces incluso de una forma un tanto egoísta, va de intentar provocar deseo en la otra persona aunque nosotros tengamos claro que no queremos volver con ella. Es complejo y depende mucho de nuestro historial”

 

Entonces… “uno siempre vuelve ha dónde fue feliz” ¿por una simple cuestión de melancolía sentimental y sexual?, Casi… pero no, en este sentido debemos recordar que el cerebro, más allá de permitirnos diferenciar de izquierda – derecha o automatizar ciertos procesos vitales para nuestro organismo, también funge como el director de un laboratorio químico, el cual, es responsable de mantener en orden la producción de sustancias tales como: dopamina, noradrenalina, serotonina, norepinefrina y por supuesto la oxcitocina “la hormona del amor”.

 

Y es que, aunque no seamos plenamente consientes de ello, gran parte de nuestras decisiones están fundamentadas en los sentimientos y sensaciones que nos provocan, las cuales, a su vez son provocadas por el cóctel de sustancias que acabamos de mencionar, para ponerlo claro, en el caso de las personas que acuden al gimnasio ocurre un fenómeno de “adicción” (entendiendo esto último como la dependencia a cierta actividad para obtener una recompensa satisfactoria), sin personas que no padecen sobrepeso ni tampoco alguna otra afección clínica, es decir, no necesitan realizar actividad física para logra un objetivo de salud, pero, tampoco lo hacen para esculpir sus físicos en aras  de entrar a alguna competencia o, con relación al tema, para conquistar a alguien, simplemente van al gimnasio porque som adictos a ello.

 

Cuando realizamos actividades físicas nuestro cerebro entra en una constante producción de dopamina, hormona que está plenamente identificada como la responsable de hacernos sentir felicidad y bienestar, si a eso se le suma el progresivo avance de resultados observables (mayor fuerza, mayor rendimiento, mayor volumen, etc.), nuestro cerebro forma un hábito, ya que, identifica el ir al gimnasio con estar bien, sentirse feliz, ahí se forma una adicción.

 

En el caso de las relaciones ocurre lo mismo pero al 500%, ya que, no solo entra en juego la liberación de dopamina, sino, la del resto de hormonas que mencionamos anteriormente, este cocktail de sustancias sumadas a la gratificación sexual (en mayor o menor medida), dan como resultado una dependencia sentimental y emocional fundamentada en función de cuán arraigado sea el hábito gratificante en nuestro cerebro.

 

Tendemos a recordar más los buenos momentos que los malos, dicho de este modo parece absurdo constatarlo, ya que, ¿A quien le gusta recordar cuando lo hicieron sentir mal, el dolor?, Bueno, pues es justamente esta característica la que termina por cerrar esa camisa de fuerza que nos ata a nuestras exparejas, porque, ya da igual que la relación haya terminado por incompatibilidades en el estilo de vida, una infidelidad e inclusive violencia psicológica o física (en este caso podríamos hablar del síndrome de Estocolmo, cuando se ama al victimario), porque nuestra psique siempre tendrá esa tendencia a recordar “cuando fuimos felices”.


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Y si nuestro cerebro ya tiene identificado que ese momento nos provocó felicidad, es decir, creación de dopamina, tenderá a recordarlo y no solo eso, nos impulsará a buscar más de eso porque en un sentido primitivo “nos hace bien, es la fuente de la felicidad”, así que sí… dejar a un ex no es fácil y más cuando entendemos que somos en muchos casos víctimas de nuestro cerebro, adicto las sustancias y hormonas que el mismo produce.

 

En este sentido lo más recomendable al terminar una relación es cortar toda forma de comunicación con esa persona, aunque muchas personas digan que “es infantil”, es la mejor forma de dar el primer paso, de ahí en más debemos rellenar o sustituir esa falta de “emociones” o como bien sabemos de sustancias para que el proceso sea en una sola dirección, la de dejar de manera sana a esa persona, no es casualidad que luego de un rompimiento muchas personas se pongan “buenas y buenos”, porque no se trata de darle celos a la expareja y decir “de lo que te perdiste”, se trata de un cerebro en busca de sus drogas, las cuales, puede obtener mediante esa actividad física u otras actitudes como el comer en exceso, actividades que requieren esfuerzo mental e inclusive drogas reales, sustancias externas a nuestro organismo.

 

Porque ya lo dijo en alguna ocasión Mario Benedetti:

“Quién lo diría, los débiles de veras nunca se rinden”

 

Somos débiles ante el placer silencioso.


 JR Brindiz


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