Sendero del oso - La agotada narrativa de la competitividad y las energías limpias

Imagine usted que trabaja en una empresa de transportación y que maneja un auto lleno de enseres necesarios para alguna o varias industrias y debe trasladarlos de una ciudad a otra. Suponiendo sin conceder que su auto contamina como la mayoría de los que circulan en las carreteras, cuando usted llegue a la caseta de un “macrolibramiento”, construido para ahorrar dos horas de camino, deberá formarse en una fila larguísima y destinada a los autos que funcionan con gasolina.

Ahora bien, pensemos que hay otros “pequeños” competidores que lograron un subsidio a través de la inyección de diversos y múltiples capitales a través de fondos, fideicomisos o incubadoras de negocios, y que hacen su transportación con automóviles ligeramente más pequeños, pero más eficientes, su motor funciona con electricidad y no emiten contaminantes. Estos competidores tendrán al menos cuatro módulos en la caseta de cobro para cruzar y además pagarán un 25% de lo que usted paga.

Al llegar a su destino, se encontrará con que la nave industrial en la que debe depositar su mercancía tiene nuevamente una fila enorme de automóviles “contaminantes” como el de usted. Por cada cuatro automóviles eléctricos, pasa uno como el de usted pues ellos tienen preferencia al no emitir gases.

Al fin logró entregar la mercancía y ahora debe correr con los gastos de regreso, en tanto que, los autos eléctricos ya se encuentran en el destino de origen cargando de nuevo la paquetería que van a entregar en pocas horas y demostrando ser más eficiente que usted. Cabe señalar que usted no está enterado, pero a esa nave industrial, llegan otros autos más pequeños que acercan los insumos a bodegas dentro de zonas urbanizadas en donde serán repartidos en las diversas industrias. Por supuesto, se dará preferencia a la comercialización de los productos acarreados por los automóviles eléctricos.

Pero lo que también no sabe, es que ambos automóviles, el suyo y el de su pequeño competidor, requirieron de la misma energía,  la misma cantidad de agua desperdiciada, acero, gas, carburación, caucho, polímeros derivados de la refinación del petróleo que emiten tremendas cantidades de gas, y que  el auto eléctrico usa electricidad producida indirectamente con materiales contaminantes que: o queman un combustible para producir electricidad, o sencillamente usan materiales derivados del petróleo y de métodos extractivos para producir electricidad “limpia”.

No olvide dos aspectos clave: la autopista se construyó con dinero de los contribuyentes, y para lograrlo tomó más de 80 años debido a la complejidad de su obra. Su construcción fue planeada para que los automóviles dedicados a la transportación como el de usted, tuvieran vías eficientes y rápidas de comunicación para acelerar la productividad, pero ahora, la mitad de la autopista está ocupada por sus competidores que pagan un cuarto del peaje, el cual está destinado a mejoras, mantenimiento y expansión de la autopista; además usted formaba parte de una sola empresa que, por cierto, construyó esa autopista, la cual ahora está fragmentada y además debe ver a sus otrora compañeros como competidores a los cuales debe pagarles como cualquier otro competidor en el mercado.

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Después de la reforma energética, esta situación es apenas un eslabón de los que han diluido la participación de CFE en la industria eléctrica. En aras del discurso de la competitividad, se inició un subsidio simulado a los privados con recursos de los mexicanos, sin que ello derive en retorno de inversión plausible a través de la recaudación, pues la narrativa de las energías limpias se ha encargado de convertir en verdad cuantiosas mentiras sobre la generación de electricidad con instrumentos como plantas eólicas o solares: altamente ineficaces, intermitentes, requirentes de combustibles para su arranque y manutención, con un tiempo de vida limitado, materiales derivados del petróleo y extractivos que contaminan mantos freáticos que generan condiciones paupérrimas para los mineros dedicados a la industria.

Esta es apenas una de las falacias esgrimidas en torno y a favor de la reforma energética, generado con el tiempo un importante desgaste en el discurso de las energías limpias que ya nadie cree. Si se busca competitividad, entonces los privados deberían de pagar la misma tarifa por Transmisión de energía eléctrica, competir en las mismas condiciones y el árbitro del sector debería vigilar por la competencia y no por la descomposición de una empresa que es de los mexicanos y que ha sido pilar del desarrollo del país durante décadas.


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