En la opinión de Gil Guillen - De provincia para el mundo; bueno… para la CDMX

No tardé más de tres segundos en responder sí cuando un muy buen amigo me preguntó si estaba interesado en mudarme al entonces Distrito Federal, porque la pregunta fue cuando menos hace 20 años.

Tenía alrededor de cuatro meses que había cerrado el ciclo universitario y siete de estar ya trabajando en una empresa de telecomunicaciones que, en esos días era nueva. Esta firma iba a ofrecer servicios de telefonía por internet, y en esos días del año 2000 todavía este ese servicio era una novedad, en eso andaba mi arranque en la vida labora cuando se me presentó la propuesta de mudarme a la capital por un año para cubrir algunas actividades vinculadas a una asociación de estudiantes de la que, en ese momento, formaba parte.

Como suele ocurrir en provincia, fui a casa a comer, y teniendo como justificación que únicamente sería por un año y me regresaba a Querétaro, comenté con mis padres la decisión que ya había tomado, quienes tras 10 segundos de silencio y con el tenedor cerca de la boca, sorprendidos por mi decisión, atinadamente respondieron: si estás seguro, adelante.

Después de tres vueltas de ida y vuelta entre la CDMX y Querétaro en un fin de semana para hacer mudanza y con bastantes nervios, empezó la etapa de vivir en la capital del país, en las ligas mayores me dijo en una ocasión un excompañero de trabajo.

Ya había visitado el Distrito Federal (todavía lo llamo así en algunas ocasiones) cuando era niño y conocí el Castillo y la Feria de Chapultepec, Reino Aventura, el Museo de Antropología, el Centro Histórico y el Templo Mayor, entre otros lugares; algunas universidades como el ITAM, UNAM, UIA la ULSA, entre otras en mi carrera universitaria; además había hecho visitas con amigos para asistir a eventos especiales con ellos. Pero, por supuesto, el ya vivir oficialmente en esa gran urbe era algo totalmente diferente.

Y, desde luego que lo provinciano, del interior del país, lo pueblerino y otros términos que constantemente me repetían, lo iba a hacer personalmente más interesante.

Además, los amigos de la Ciudad ponían de su cosecha. A los dos días de haberme mudado, acompañé en Metro a estudiantes de la UNAM desde Ciudad Universitaria al Centro Histórico. Entre los comentarios de camina rápido y no vayas viendo en todo momento cuántas estaciones te faltan para bajarte, para que no se note que no eres de aquí y te vayan a asaltar, durante la transferencia de línea en la estación Centro Médico en hora pico, mis amigos tuvieron la ocurrencia de esconderse de mí. Sin celular, con las ideas en ese momento de me van a asaltar; y ahora: adónde camino, entre otros temores, así que decidí pegarme a una pared y permanecer ahí esperando a que regresaran por mí. Ahí estuve… pasaron eternos 20 minutos, en los que ellos me veían desde su escondite observando cuál era mi reacción. Vieron que no hacía nada y fueron por mi para pasar la siguiente hora haciendo burlas de lo sucedido.

Por supuesto, pasé por el tradicional las quesadillas no llevan queso. Al salir de una junta con un posible patrocinador de la asociación a la que pertenecía, aproveché para detenerme en un puesto de quesadillas donde pedí una (del comal, para no engordar) y en el momento que la señora que atendía el puesto me preguntó que si la quería de queso no entendí a que se refería, pues si todas las quesadillas llevan queso, pensé. Y como no contesté enseguida, me volvió a consultar lo mismo y como seguía sin responder me dijo: no eres de aquí, ¿verdad? Lo primero que pensé fue ¿a poco se me nota?

Otra novedad fue que los Oxxo, Super K y otras tiendas de autoservicio similares estaban abiertas las 24 horas y podías comprar alcohol a las dos de la mañana. No voy a profundizar en esta experiencia.

Pasaron los 12 meses que tenía planeado estar en la ciudad y aquí sigo (con un periodo de descanso de 7 meses), más chilango que provinciano, con la oportunidad de tener experiencias laborales y personales que estoy seguro de que en otra entidad no hubiera tenido, conciertos musicales, el Hijo del Cuervo en Coyoacán, Garibaldi de noche, el trajinerazo en Xochimilco, con Carla, más amigos y con gatos.

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Cada provinciano que llega a la capital tendrá sus historias, buenas o malas experiencias.

En mi opinión, vivir en CDMX es la comparación a si manejas en esta ciudad, manejas dónde sea. Si sobrevives a CDMX, puedes vivir en cualquier otro lugar.

No sé cuántos años más estaré aquí. Por lo pronto, voy a pedir una quesadilla sin queso. Las de queso, mejor, las preparo en mi casa, como deben de ser.

Gilberto Guillén

Experto en nada


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