En la opinión de G Guillén

El mexicano oficial

“Uy, no joven, no se va a poder”, “Ahí pal chesco”, “Mañana te pago”, “Si le pongo la multa le va a salir más caro”, “Pero el PRI roba más”, “Le falta un sello y la firma de su abuelita”, “Ya cerramos, venga mañana”, “Un político pobre es un pobre político”, “pobre pero honrado”, “ahorita no, estoy comiendo”, “ahorita me lo chingo”, “ahí se va”, “el que no transa no avanza”, entre otras, son las expresiones cotidianas que nos han dado patria, las que han forjado al mexicano oficial. Son frases que enorgullecen, que dan risa, que exponen.

El mexicano oficial está acostumbrado a vivir en un país en el que hace el bien es porque seguramente un beneficio propio está buscando, en donde los héroes difícilmente pueden ser considerados así, en el que el extranjero es el malo, en el que ni un servidor público o autoridad es confiable, en el que los favores se deben de cobrar, en el que se acelera cuando el semáforo se pone en amarillo, en el que se anda en bici por la banqueta; en el que perder nunca es malo, pero con el honor intacto y el humor también.

Ahora, mucho más que antes, estas costumbres del mexicano oficial son cuestionadas, pero sin grandes avances: mientras no me afecte, no me importa. Es mejor ignorar, es mejor callar.

Al mexicano oficial se le puede pedir que hable sobre su amor por México, de su geografía, su arte, sus héroes y es altamente probable que no sepa qué contestar. Vive con el pesimismo que recorre al país, vive obsesionado con el fracaso, siendo víctima, con el México que pudo ser, pero no fue. El mexicano oficial vive la esperanza ver la luz al final del túnel, el que sólo se ilumina cuando el tren está a punto de arrollar. Sin importar nivel socioeconómico.

Sin embargo, existe el mexicano que se resiste a no ser oficial. Cada vez hay más mexicanos no oficiales que asumen sus responsabilidades diarias, que no se desentienden, que participan, que contribuyen de manera comprometida, sin saberlo, en la tarea de salvar a su país. Estos son la esperanza del país: los que actúan por estar mejor, que insisten en la transparencia, en el sí se puede, en pelear por el bien común.

El mexicano no oficial sabe que todavía hay mucho por hacer, tanto que cuestionar y cambiar. Es optimista, que sabe que si las cosas están tan mal ya únicamente pueden mejorar. Que sabe que el optimismo se multiplica. El que sabe que los buenos mexicanos no nacen, se hacen. El que ya decidió que tipo de mexicano es.

Nos leemos en 15 días.

G Guillén

Experto en nada


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