En Cartelera: La Viuda

El pasado mes de febrero, se viralizó un pequeño vídeo protagonizado por Isabelle Huppert en el que la diva francesa, una de las mejores actrices del cine actual, acuchillaba a una serie de muñecos de peluche mientras bebía una copa de vino tinto. Un gran ingenio paródico de poco menos de dos minutos que condensaba el espíritu que planea en La viuda, la nueva película del irlandés Neil Jordan y también protagonizado por Chloë Grace Moretz, aquí objeto de deseo y perturbación del personaje de Huppert, su peculiar muñeco al que abrazar o atacar, según el humor del día.

La viuda se mueve en las coordenadas de 'thrillers' de los 80 o 90 como Atracción Fatal (Alan Lyne, 1987), Mujer soltera busca… (Barbet Schroeder, 1992) o Durmiendo con su enemigo (Joseph Ruben, 1991), observando los estilemas de aquellas películas para reconducirlos hacia un terreno más histriónico: el del cuento de terror psicológico, en ocasiones disparatado. Porque si no cuesta reconocer en la Greta interpretada por Huppert a la bruja del cuento –cándida y seductora al principio; malvada, muy malvada no demasiado después–, Jordan aprovecha su experiencia en el medio para hacérnoslo notar cuando la película tiene que enseñar sus cartas: dejando de lado cualquier tipo de pacto de verosimilitudLa viuda se despliega merced dos o tres ideas provenientes del imaginario del cuento (pensemos en Hansel y Gretel), en transgredir esas convenciones apuntadas del 'thriller' psicológico, así como en el carrusel de fechorías de la pécora protagonista. 

Los giros absurdos y efectistas no deben verse, por otra parte, como un hándicap de esta película absolutamente autoconsciente del material que trabaja. Todo lo contrario: pocas veces un 'macguffin' desencadenaba un 'psychotriller' de las características de La viuda como pocas veces antes estaba al servicio de la naturaleza delirante de un personaje en el que tan bien encaja la gran Huppert. Hay que acercarse al nuevo filme de Neil Jordan con ese ánimo lúdico, en busca de insinuaciones, guiños, citas y, por supuesto, la extravagante vileza que destila.


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